lunes, 19 de agosto de 2013

Tristeza y alegría: eso es vivir

Esta vez voy a compartir un poco de lo que he pensado últimamente acerca de la felicidad, la tristeza y el amor. Si tienen alguna reflexión al respecto por favor no dejen de compartirla en los comentarios.

La tristeza se guarda en el corazón, pero se anuncia con lágrimas (aunque haya lágrimas de felicidad). La felicidad también se lleva en el corazón, y se anuncia con sonrisas (aunque haya sonrisas tristes).

Vivir es llorar y reír, y también es amar. El amor se expresa con sonrisas y lágrimas, y con actos de bondad. Quien ama llora más porque sufre más, pues sufre también cuando aquellos que ama sufren. Pero también ríe más porque es feliz. El que odia, en cambio, no ríe ni llora. El odio se expresa sólo en violencia e ira. Por eso el que odia en realidad no vive.

Así que tanto llorar como reír es bueno, en su justa medida. No es bueno siempre llorar, pero tampoco es bueno siempre reír. Por ejemplo: no es bueno estar triste cuando alguien que se preocupa por ti está a tu lado buscando tu felicidad, y tampoco es bueno reír cuando algo grave le ocurre a otra persona.

Para tener una vida plena y feliz (aún cuando los momentos de tristeza y sufrimiento sean inevitables) es necesario amar. Si el odio (la envidia, el coraje, la sed de venganza, etc.) invade, la vida se va haciendo cada vez menos llevadera hasta que sólo queda el sufrimiento. Los que viven con odio no nada más hacen sufrir a los demás, también sufren ellos (y a veces mucho más).

Yo creo que la felicidad es algo que se lleva dentro y no algo que viene de fuera. Por eso no la consigue ni el dinero, ni la venganza, ni la fama, ni la educación. Cualquier persona puede ser feliz si se esfuerza un poco y si rechaza el odio y busca el amor.  Además pienso que la gente que es verdaderamente feliz suele contagiar aunque sea un poco de esa felicidad aún a personas que sufren mucho.

Por eso creo que es muy importante esforzarse por hacer todo con alegría, por difícil que sea. Pues si todo lo que hacemos lo hacemos con alegría, irradiaremos nuestra felicidad e incluso para nosotros las tareas que realizamos se harán más llevaderas gracias a que los demás nos agradecerán y nos facilitarán las cosas en reciprocidad.

miércoles, 3 de abril de 2013

domingo, 24 de marzo de 2013

La Compañía del Tiempo

Perfil del tiempo

Crecer puede resultar tan difícil a veces que por un momento nos resistimos y nos aferramos con uñas y dientes al pasado. Pero eso sólo puede durar un instante.
Al distraernos más de un segundo la vida nos rebasa y cuesta mucho ponerse al corriente. Y no tarda el futuro en estrellarse con nosotros, obligandonos a cambiar la ruta y forzándonos a hacer un viraje y modificar nuestros planes.
La única explicación lógica para dicho fenómeno es que no construimos la vida (ni siquiera la nuestra) solos. Por eso necesitamos siempre de alguien dispuesto a echarnos una mano cuando nos haga falta. ¡Y vaya falta que hace en ocasiones! Hay veces que sin esa ayuda y sin un rescate, se nos iría todo de las manos (lo que afectaría también a los que nos rodean).



En esto el tiempo es indispensable. No es, como suele pensarse o decirse, nuestro enemigo. El tiempo es nuestro amigo, nuestro hermano que nos acompaña hasta el final. Es el medio primigenio para la existencia del universo, para el plan de Dios (la historia del universo) y para su actuar en el universo (la Providencia), el mundo sin el cual lo demás es imposible. El tiempo nos mece y nos sustenta hasta que, ya maduros, no necesitemos más su protección. El tiempo es pues, como un cascarón necesario para nuestro desarrollo y que se rompe (para cada quien en distinto momento) con la muerte.



Así que no hay porque temerle al paso del tiempo. Sin embargo, aunque necesitamos la ayuda del tiempo para crecer y madurar, también tenemos que poner de nuestra parte. El tiempo nos impulsa, pero de nosotros depende que ese impulso nos levante y nos mueva hacia adelante, o nos haga tropezar o caer. El tiempo que huye no puede ser recuperado (Fugit irreparabile tempus: Virgilio).